
SOBRE EL CINE DE VIOLACION Y VENGANZA
La violencia y la polémica que genera Irreversible es tan antigua, tan elemental y tan efectiva para generar acaloradas discusiones como la ley del Talión. El deseo de venganza nubla la visión y cualquier medio es valido para la justicia por mano propia. El mismo Gaspar Noé clasifica su película dentro del subgénero de violación y venganza, que a su vez se puede encasillar dentro del genero de venganza a secas, que en el cine norteamericano camino, durante la administración Reagan, hacia su forma del justiciero que aplica venganzas perfectamente ajustadas a la medida del daño y dirigidas hacia aquellos que decidieron meterse con la familia, los amigos o la propiedad privada del héroe de turno. Toda una declaración de principios políticos que vio sus mejores exponentes en Calles Salvajes (Savage Streets, Danny Steinmann, 1984) o Clase 1984 (Aka La raíz del odio, Class of 1984, Mark Lester, 1982). Sin embargo, el subgénero tiene una prehistoria con mayores matices. Los perros de paja (Straw Dogs, Sam Peckimah, 1971), que el propio Noé nombra, se vuelve claramente film de venganza a partir de que la turba trata de entrar a la casa de Susan George y Dustin Hoffman y este pronuncia su frase lapidaria “no permitiré violencia contra esta casa”. Vale hacer la aclaración porque del mismo modo en que Vincent Cassel nunca sabe en Irreversible que Mónica Bellucci esta embarazada, Hoffman no venga la violación de su esposa porque nunca se entera de ella. En algún sentido pareció a los que notaron que no fue el “Tenia” la victima del furor vengativo de Cassel y Albert Dupontel que la película era mucho mas extraña de lo que se había visto anteriormente en el género. Quizás pocos lo recuerden pero el mismo Paul Kersey que interpretaba Charles Bronson en la fundacional El vengador anónimo (Death Wish, Michael Winner, 1974) entraba en una espiral de violencia creciente a partir de la violación de su hija y el asesinato de su esposa, pero el film concluía sin que el hubiese conseguido acercarse mínimamente a los verdaderos responsables. Cosas similares pueden decirse de la tragedia del tándem Abel Ferrara-Nicholas St. John Ángel de venganza (Ms. 45 , Abel Ferrara, 1981), donde Zoë Luna era la sordomuda abusada reiteradamente que emprendía una revancha intempestiva contra el genero masculino; o Pisando Fuerte (Walkin Tall, Phil Karlson, 1973) donde Joe Don Baker era el sheriff de un pequeño pueblo que empezaba una carrera sucia contra la organización mafiosa, una especie de competencia de atrocidades que terminaba en la absurda y aterradora secuencia del sheriff vendado y enyesado arremetiendo a lo bestia con su auto en el aguantadero de la banda: todo ello basado en hechos reales. Y la rara avis no se acaban: desde el film de culto Tomar revancha (I spit in your grave / Day of the woman, Meir Zarchi, 1978), referente absoluto de Noé, al celebrado film de Steven Soderberg, Vengar la sangfre (the limey, 1999) pasando por la aproximación adolecente del creador de Martes XIII, The news kids (Sean S. Cunningham, 1985); desde las salvajes cintas españolas como Coto de Caza (Jorge Grau, 1983) o Fanny Pelopaja (Vicente Aranda, 1984) hasta los inefables calcos patrios como La búsqueda (Juan Carlos Desanzo, 1985) Obsesión de venganza (Emilio Vieyra, 1987) o Nada x perder (Enrique Aguilar, 2001). Y no olvidemos que el propio Quentin Tarantino ha incursionado dentro del subgénero con su excelente “Kill Bill” (2003). Quizás hasta la historia de ese carnicero resentido con ansias de exterminar a quien se cruce en su camino que era Solo contra todos (seul contre tous, Gaspar Noé, 1998) también pueda ser encasillable dentro del genero.
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